Reflexiones desde Brasil sobre la ultraderecha y Bolsonaro

Por: Mateus Fiorentini*. Tras la elección de Bolsonaro se han producido muchos pronósticos acerca de la ola conservadora que vive Brasil. Por un lado se ha afirmado que el gobierno de Bolsonaro tiene de todas las condiciones para ser un desastre. Por otro, se ha entendido que la ofensiva de la derecha abre un largo periodo defensivo para los sectores democráticos y progresistas del país. Pienso que es demasiado temprano todavía para sacar conclusiones categóricas sobre el futuro del gobierno. Pero es preciso comprender que la serpiente ya rompió el huevo. Independiente de las proyecciones, la unidad del pueblo se ha puesto otra vez más en el centro del debate político nacional.

En primer lugar, es importante destacar que el fenómeno del ascenso de la derecha en Brasil no se dio de la noche a la mañana. Este proceso se ha desarrollado a lo largo de todo un periodo cuyo marco podemos establecer en el año 2013. En este año explotaron manifestaciones multitudinarias que estallaron luego de las protestas contra los aumentos de los precios de los boletos del transporte urbano. Sin una dirección o programa claro la conducción de estas protestas estaban bajo disputa. De esta manera, paso a paso, los planteamientos más conservadores fueron ganando fuerza en el interior de las mismas así como en la sociedad. Por ello podemos afirmar que dichas manifestaciones legítimas de la sociedad brasileña fueron poco a poco convirtiéndose en lo que el filósofo italiano Domenico Losurdo llamaría «revoluciones de colores». Éstas ocurren, según el filósofo, cuando protestas progresistas legítimas son instrumentalizadas o creadas por actores foráneos con el objetivo de derrocar los gobiernos de turno.

La estrategia de las revoluciones de colores presupone la articulación, coordinada desde afuera, de distintos actores que permiten construir un movimiento social, político y cultural en contra de los gobiernos democráticos. Otro elemento de la ofensiva que debemos considerar es la instrumentalización por parte de sectores ultraconservadores del poder judicial aprovechándose del republicanismo ingenuo llevado adelante por el Partido de los Trabajadores (PT). Así desde la operación «Autolavado», llamada en portugués «Lava-jato» (analogía de los lavados a presión de las estaciones de servicio por haber surgido de la pesquisa de crímenes de lavado de dinero que utilizaban las gasolineras para tal fin), los sectores más conservadores, representados por el juez Sergio Moro impulsaron un proceso de judicialización y criminalización de la política. Dicha operación policial está inspirada en su homóloga «Mano Politi» que dio origen a lo que se autodenominó «gobierno técnico» en Italia. Este fue el instrumento central utilizado por la derecha brasileña para promover el golpe en contra de la presidenta Dilma y encarcelar Lula, el mayor líder popular de la historia de Brasil.

Otro punto que merece destaque se trata del fortalecimiento de sectores ultraconservadores en el parlamento brasileño, conformando lo que llamamos bancada BBB (Biblia, Bala y Buey). Dicho frente articula a los segmentos vinculados a las Iglesias, sobre todo protestantes neopentecostales, ex militares de ultraderecha y grandes latifundistas. Naturalmente, esta incidencia sobre el parlamento proviene del crecimiento de estos sectores junto a la sociedad. El referido fenómeno ha caracterizado la formación del parlamento más conservador desde el golpe civil-militar del 1964 que derrocó al presidente João Goulart. Aprovechándose de eso el presidente ilegítimo Michel Temer ha impulsado un conjunto de medidas incluidas en el paquete del golpe.

Como respuesta a la crisis, la derecha brasileña ha reproducido el discurso que afirma que bajo el gobierno de Lula y Dilma se ha producido el gasto irresponsable de los recursos públicos en medidas populistas (refiriéndose a las políticas sociales y el incremento del presupuesto y las inversiones públicas) que han quebrado el Estado brasileño (además de la corrupción). Desde ahí han impulsado un conjunto de medidas de corte ultraliberales, antipopulares y antinacionales.

Todo eso naturalmente contó con el amplio y profundo apoyo de los grandes medios de comunicación, que han sido el gran movilizador y constructor de opinión en torno a las pautas retrogradas.

protesto-contra-bolsonaro-rj-2-e1538253695718

 

La disputa post Temer y la elección de Bolsonaro

Es imposible analizar el contexto en el cual se ubica el golpe que derribó a Dilma y el impuso la ofensiva actual de la derecha sin considerar sus elementos geopolíticos. Así, en primer lugar, hay que comprender que están vinculados directamente al escenario de crisis mundial del capitalismo. En segundo, la disminución de la hegemonía unipolar de los EEUU y, como consecuencia, la emergencia de nuevas potencias mundiales (China, Rusia, Brics, Celac, etc).

Bolsonaro no era el candidato del capital financiero, inicialmente. Se ha convertido en ello a medida que la apuesta de los bancos, Geraldo Alckmin (del PSDB, partido que ha implementado el neoliberalismo en el país) no conseguía despegar en las elecciones, momento en que el capitán retirado del ejército brasileño ocupó este espacio.

La búsqueda por salidas a la crisis ha conformado a lo largo del transcurso del ahondamiento de la economía mundial la unión de las visiones ultraliberales vinculadas al capital financiero y concepciones de ultraderecha, neofascistas en algunos casos. Este dúo ha impulsado una fuerte ofensiva en contra de los estados nacionales y los derechos de los pueblos, tirando sobre estos últimos los costos de la crisis producida por ellos. Bolsonaro no era el candidato del capital financiero, inicialmente. Se ha convertido en ello a medida que la apuesta de los bancos, Geraldo Alckmin (del PSDB, partido que ha implementado el neoliberalismo en el país) no conseguía despegar en las elecciones, momento en que el capitán retirado del ejército brasileño ocupó este espacio.

Eso implica que la elección de Bolsonaro no trae solamente el regreso de un programa neoliberal o ultraliberal, como se viene proponiendo. Más bien se puede decir que abrió la jaula de los gorilas. Bolsonaro trajo consigo los cachorros de la Dictadura Civil-Militar de 21 años (1964-1985) y su ofensiva actual tiene como blanco incluso las conquistas de la redemocratización y la Constitución Nacional construida en ese entonces. Así, el gobierno de Bolsonaro, que asumirá oficialmente el 1 de enero del próximo año, es un paquete de retrocesos de carácter histórico.

En materia laboral se apoya en la necesidad de actualizar las leyes laborales contenida en la CLT (Consolidación de Leyes Laborales en su acrónimo portugués) creada en la década de los 40. Sin embargo su propuesta parte de la idea de que los trabajadores deben elegir: más empleos y menos derechos o todos los derechos y desempleo. Para eso pretende llevar adelante la reforma laboral propuesta por Temer que acaba con derechos laborales consolidados como el derecho a 30 días anuales de vacaciones, permiso de embarazo, negociación colectiva de los salarios (a través de los sindicatos), ataque a las organizaciones de los trabajadores, privatización de todo lo posible, etc. Propone transformar cada trabajador en un prestador de servicios, convirtiéndoles a gran parte en lo que se ha denominado MEI (Micro Empreendedor Individual) desprovisto, por tanto, de derechos. Es lo que se ha llamado la «uberización» de la economía. Como ejemplo podemos mencionar el proyecto que ha ganado fuerza en el interior del estado Sao Paulo conocido como «Profesor Delivery» o «Uber de la Educación». En este sistema, las escuelas donde faltan maestros pueden solicitar uno por intermedio de aplicaciones o redes sociales. El profesor tiene 30 minutos para llegar hasta el colegio.

Los recortes laborales atienden la demanda planteada por gran parte de los empresarios. Sin embargo, su compromiso con el sector financiero le hace actuar en contra de la industria nacional. En el caso del petróleo está el mejor ejemplo, ya que a través de la campaña en contra Petrobras, uno de los orgullos de la nación construida en los años 50 por Getulio Vargas y que ha permitido a Brasil la soberanía sobre esta riqueza natural, la cual viene siendo destruida desde Temer. Blanco de la Operación «Lava-Jato«, la empresa que descubrió el petróleo en la capa de presal y que ha convertido Brasil en el quinto mayor productor mundial de dicha riqueza, el propio gobierno brasileño prohíbe hoy la explotación de este preciado recurso. Para tal tarea se ha abierto un proceso de liberalización para que las multinacionales del petróleo se hagan con él, destruyendo el proyecto que destina las ganancias oriundas de esta actividad económica para salud y educación, por ejemplo.

Por otro lado, promueve el realineamiento de Brasil con EEUU reduciendo la economía nacional a la unilateralidad. Así buscan acabar con el vínculo del país con los Brics e incluso con Latinoamérica. Para el equipo de Bolsonaro, el Mercosur es un proyecto ideológico bolivariano de la izquierda continental. Las discusiones para la construcción del bloque empezaron en los 80 para representar la integración de las sociedades democráticas de la región que salían de las dictaduras. Fundado en 1996 (en pleno auge del neoliberalismo) como unión aduanera, el Mercosur buscaba copiar a la Unión Europea. Así, para Bolsonaro y sus aliados, es necesario no solamente no apostar sino derrotar al proyecto integracionista regional, a la vez que acabar con la inserción soberana de Brasil en el mundo y su aporte a la multilateralidad. Para el Ministro de Relaciones Exteriores de Bolsonaro «hay que acabar con el marxismo cultural, cuyo marco fundador es la Revolución Francesa» (palabras textuales del futuro Ministro. Como profesor de historia me quiero morir). Nada más absurdo para vergüenza de cualquier ciudadano brasileño. Las declaraciones esdrújulas del futuro presidente han posibilitado que Bolsonaro creara, antes de asumir de facto su cargo, crisis diplomáticas con los países árabes, hacia donde brasil exporta gran parte de las carnes que produce. Lo mismo con China, donde va gran cantidad del pollo y soja brasileña e, incluso, con los países occidentales tras asegurar que Brasil saldrá del acuerdo de París.

En términos ideológicos, su compromiso es con el combate de lo que dicen ser el «marxismo cultural» y la influencia de Gramsci. De ahí viene su posición en materia de relaciones internacionales. Deberán seguir con la agenda anticorrupción en el contexto de la criminalización de la izquierda. Buscará definir ocupaciones de tierra en el campo y en la ciudad como crímenes contra la propiedad y éstos como acciones terroristas. Además están trabajando para incluir estos elementos en la Ley Antiterrorista, así como a quienes las apoyen. Ésta será la herramienta para la persecución a los militantes y cuadros de los movimientos sociales y partidos de izquierda.

En materia educativa su gran proyecto se llama «Escuela sin Partido». Parten del principio de que hay que combatir al marxismo de Paulo Freire y el adoctrinamiento de izquierda en las escuelas (el que dice eso nunca debe haber ido a una reunión de padres o, quizás, nunca entró en una escuela pública de Brasil). En la práctica atacan a la libertad de pensamiento y cátedra en la educación, conquistas históricas del movimiento educacional brasileño y latinoamericano. Eso para no mencionar los recortes de presupuesto para el área y ciencia y tecnología o la propuesta de cobrar mensualidades en las universidades públicas. Algo impensable en Brasil.

4-3

 

Consideraciones finales

Teniendo en cuenta este contexto, se convierte en tarea difícil hacer grandes proyecciones de futuro para el gobierno Bolsonaro. Aunque ya esté mostrando sus cartas y ya es el presidente de facto, ha sido costoso para ellos tener cohesión en su campo político. Primero, porque han sido muchas las confusiones entre ellos mismos y por haber transformado eso mismo en táctica política. Es decir, ellos lanzan una posible medida, prueban la reacción del público y teniendo en cuenta las reacciones toman sus decisiones. Además, la heterogeneidad de su grupo pone constantemente el bloque en conflicto debido a intereses diversos. No será tarea simple coordinar los intereses del capital financiero y de las grandes potencias con los militares que se han acercado a Bolsonaro y el tema de la soberanía del país, ya que son innumerables los militares anunciados para su ministerio. De la misma manera, tendrá que dar respuestas a los problemas graves por los cuales pasa Brasil en este momento, ya que hay actualmente trece millones de desempleados en el país, así como equilibrar un proyecto que agrade a las finanzas, el discurso que dice que Brasil está por encima de todos, y las respuestas que la economía y la sociedad necesitan. Eso ha hecho con que muchos entiendan que el gobierno será un fracaso.

Entretanto, la izquierda y los sectores democráticos y progresistas de la sociedad brasileña están todavía sanando las heridas de la derrota. Gran parte del fortalecimiento de la derecha deviene de los errores cometidos por la conducción de los gobiernos y limitaciones del propio proceso.

Por otro lado, respecto a las pautas comportamentales, ideológicas o morales serán la locomotora de un movimiento social, político y cultural. Si la economía despega y les va bien su plan podemos estar hablando de un largo periodo donde el país vivirá bajo la hegemonía de la ultraderecha. En este sentido, este se puede convertir en proyecto de carácter estratégico e impulsar un nuevo modelo de desarrollo para el país.

Sin embargo, es importante considerar que la población no nombró a Bolsonaro como rey de Brasil. No ganó por goleada; y si analizamos los números fríamente veremos que el capitán se eligió con solamente el 30% de la población y contra un 20% de abstención. Independiente de todo, 47 millones de brasileños votaron por Fernando Haddad, no solamente por ser del PT o lo que el partido representa, sino en favor de la democracia, en contra de Bolsonaro. O sea, Bolsonaro no tiene grandes alamedas abiertas para poder pasar tranquilamente con sus tropas. Entretanto, la izquierda y los sectores democráticos y progresistas de la sociedad brasileña están todavía sanando las heridas de la derrota. Gran parte del fortalecimiento de la derecha deviene de los errores cometidos por la conducción de los gobiernos y limitaciones del propio proceso. Así, el nuevo escenario ha puesto para el país la necesidad de bajar a las bases, dialogar con el pueblo, organizar y concienzar a los trabajadores y la gran mayoría de los brasileños. En ese momento la izquierda brasileña vive el momento de actualizar su estrategia política y construir un nuevo programa para el país considerando el nuevo escenario. Pero, antes de todo, vuelve al centro del debate la necesidad de conformar un gran campo político, social y cultural unitario en defensa de la democracia, del desarrollo, la soberanía y la justicia social.

 

*Mateus Fiorentini es estudiante de maestría junto al Programa de Postgrado en Integración de América Latina de la Universidad de Sao Paulo (PROLAM-USP), profesor de Historia graduado por la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo (PUC-SP) e integrante del Grupo de Estudios sobre Marxismo e Historia de la USP (GEMARX). Vivió en La Habana, Cuba, entre los años de 2011 y 2014; fue Director de Solidaridad Internacional de la Unión de la Juventud Socialista de Brasil (UJS) entre 2014 y 2015. Actualmente es Director de Relaciones Internacionales de la Asociación Nacional de Estudiantes de Postgrado de Brasil (ANPG)

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑